Capítulo 4

Una vez pude caminar por mi misma sin dar tumbos con cada paso los gemelos me acompañaron a la que sería mi habitación de iniciada, pero como aun no confiaban del todo en mi me vendaron los ojos así que caminé a oscuras, cogiendo un brazo de cada uno para que me guiaran. En mitad del camino Aaron se despidió excusándose con que tenía que resolver otros asuntos, por lo que Sean y yo nos quedamos a solas y en silencio, caminando por direcciones desconocidas para mi. Finalmente nos paramos y Sean me quitó la venda de los ojos. En frente había una enorme puerta de madera, al entrar vi que había una enorme cama a la derecha con dosel y a la izquierda un pequeño salón con dos butacas, una mesita de té y una pequeña estantería llena de libros. También había tres grandes ventanales con las cortinas abiertas, al mirar afuera descubrí que estaba amaneciendo, filtrándose unos pequeños rayos de luz por el horizonte. Sean estaba rebuscando por el armario que estaba en una esquina en el lado derecho de la cama, del armario sacó unas toallas y ropas negras.
-Más vale que te limpies y te mires los cortes de los brazos -caminó con todo lo que había cogido hacia la puerta que había en el lado izquierdo de la cama por lo que lo seguía hasta lo que parecía en baño. Como todo el resto de la habitación era de paredes blancas y estériles, pulcramente ordenado. Dejó las prendas encima del inodoro y se dirigió a un pequeño armario empotrado en la pared y suspendido a un metro y medio del suelo, por lo que tuvo que agacharse para buscar lo que quería.
-Déjame ver la herida.
Me quedé quita en el umbral de la puerta del baño sin entender muy bien su demanda. Mi reacción lo exasperó por lo que dejó los botes y vendas que estaba buscando encima del lava manos, me cogió el brazo con fuerza y me arrastró hasta el borde de la bañera donde hizo que me sentara. Se acercó una silla que había en una esquina. Cuando se sentó en frente mía y me cogió la mano izquierda para deshacer el vendaje, me encontraba totalmente desconcertada, no entendía su amabilidad repentina, su gentileza al retirar con cada vuelta el vendaje por lo que lo detuve poniendo una mano encima de la suya y lo miré a los ojos, diciendo lo único que podía preguntar.
-¿Por qué?
Suspiró y se zafó de mi mano que lo había interrumpido.
-No creas que hago esto con gusto, pero Aaron pensó que era lo mínimo que podíamos hacer por lo que te hemos hecho en estas últimas 24 horas.
-Mientes.
-No me creas sino quieres, ese no es mi problema.
Cuando retiró el vendaje completamente dejó al descubierto unas vivas rojas marcas donde aun brotaban algunos hilos de sangres. Si era tan malo como me parecía a mi a simple vista muy posiblemente me quedaría sin brazos.
-Desnúdate.
-¿Perdón?
-Ya me has oído -se levantó de la silla apartándola un poco y encendió el agua, llenando la bañera.- No te preocupes no eres la primera mujer que he visto desnuda así que no te las des de importante.
-Ni tú el primero hombre que me ha visto desnuda así que no te pongas prepotente- empecé a quitarme los zapatos, los ceñidos pantalones, la camiseta fina sin mangas, dejando toda la ropa de tonos oscuros en un rincón del baño, junto con la ropa interior. Una vez desnuda me deshice de la trenza, dejando libre mi media melena sucia. Al verme en el espejo de la pared de en frente me percaté de dos cosas, una que era que estaba más escuálida de lo que recordaba, hacía tiempo que no me paraba en frente de un espejo a mirarme, y la otra era que tenía el pelo tan sucio que no se podía apreciar mi castaño rojizo. Al pasar la mano por la piel del cuello noté en una parte de este como una imperfección, un pequeño bulto que al rascarlo con la uña arrastró consigo una pequeña costra, esa debía de ser la marca que me debieron dejar al inyectarme el suero aquel que decía Marshall, la verdad no era relevante, lo que importaba era seguir viva hasta el final. Abrazándome me acerqué a la bañera y me introduje en ella sin preguntar, la bañera estaba casi llena y tenía una maravillosa temperatura hasta que introducí los brazos dentro. Esbocé una mueca de dolor y algo parecido a un gruñido salió por lo bajo.
-Vas a tener que sumerge las bazos para limpiar la sangre seca y así poder ver mejor los cortes.
-No quiero.
-No se trata de lo que quieres, princesa.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo, bajé los brazos sumergiéndolos completamente, entre recuerdos dolorosos que formaban parte de una pesadilla que siempre me acompañaría y me atormentaría.
-No vuelvas a llamarme así, nunca, sino me encargaré de que no vuelvas a pronunciar ni una sola palabra -le escupí cada palabra mordazmente junto con una siniestra mirada, quizá no tendría que haberlo hecho pero era demasiado impulsiva y una muy mal actriz.
-De acuerdo -me cogió un brazo con cautela y empezó a frotar con suavidad una toalla húmeda para retirar la sangre seca que se hubiera pegado a la piel, poniendo una cara impasible ante mis palabras que podrían haber echado abajo perfectamente mi perfil y hacer que me volvieran a torturar, pero simplemente no hizo nada.
Estuvimos en silencio bastante de rato, mientras él me limpiaba la sangre de los brazos y yo inmóvil como una muñeca. Podría parecer una situación incómoda pero tenía una extraña sensación de tranquilidad y comodidad, por lo que me quedé todo ese rato mirándolo sin apartar la mirada cuando verificaba si seguía mirándolo.
-Ya está, los cortes por lo que puedo ver no se han infectado y se están curando como deben, solo necesitas curarlos cada día y vendarlos si los cortes no paran de sangrar.
-Gracias.
-¿Crees que te las puedas arreglar ahora tu sola?
-Me las he arreglado sola durante dieciocho años, no te preocupes por mi.
-Entonces me iré, por hoy no hace falta que hagas nada, pero mañana te quiero lista a primera hora.
-Bien.
-¿Sabes qué categoría cogerás?
-Dices entre las únicas tres a las que no me he preparado con los conocimientos básicos, supongo que sí.
-Entonces..
-He elegido ser una iniciada para ser guardián.
-Sabes que puedes morir, ¿verdad?
-Pero es donde tengo más posibilidades, no tengo la inteligencia necesaria para entrar en política y ciencias, y sino me gradúo estoy muerta de todas formas.
-Como quieras, te pasaré a buscar mañana a primera hora, más te vale estar lista o te sacaré arrastras como vayas en ese momento.
-¿Algo más?
Sean se giró y se marchó del baño y de la habitación.
Me quedé completamente sola en silencio junto con mis pensamientos. No sabía cuanto tiempo tardaría en encontrar lo que necesitábamos pero tenía un tiempo máximo de seis meses por lo que me tendría que dar tanta prisa como fuera posible, el problema eran los gemelos, algo no iba bien con ellos lo sabía, mi instinto me indicaba la gran señal roja de peligro que les rodeaba por lo que tendría que mantener las distancias de ellos si quería durar esos seis meses. Entonces el plan a seguir será:
1. Mantener la más mínima relación con los gemelos.
2. No llamar la atención.
3. Buscar una manera de hablar otra vez con Marshall.
4. Localizar el PHOENIX, sea lo que sea eso.
5. Mantenerme viva hasta el día de la graduación.

Me sumergí completamente en la bañera mojándome el pelo para lavarlo a fondo. Una vez que consideré que estaba decentemente aseada salí de la bañera mientras esta se vaciaba lentamente. Cogí la toalla que Sean me había dejado en el inodoro y me envolví en esta. Busqué el bote de desinfectante y las vendas para curarme la herida. Al echar el desinfectante me escoció algo la herida pero nada del otro mundo, lo que me extrañó era que después de haber limpiado la sangre los cortes parecieran menos profundos. Era extraño, estaba segura que los cortes que me hizo Marshall eran bastante profundos, tanto que podría haber jurado que pretendía matarme, pero ahora eran unos cortes menos mortales, cortes superficiales hechos con algo de fuerza, tan solo eso. Pasé los dedos por los cortes hasta que me percaté que en el brazo derecho tenía un pequeño punto rojizo, como el que te deja una aguja. Fue cuando até cabos, alguien me había inyectado algo, seguramente la persona que me vendó, pero lo que más me enfurecía de todo eso era que no sabía quién había sido ni con qué intenciones, tendría que preguntarle a Marshall sobre este gran enigma por si había sido él sintiéndose culpable. Finalmente desistí de seguir cavilando en algo que no tenía salida. Acabé por vendar los cortes por precaución y seguido me dirigí en frente del espejo disponiéndome a cepillarme el pelo que posiblemente tuviera bastante enredado. Media hora después consideré que no tenía ningún nudo más en el cabello. Me vestí con la ropa de color negro que me había preparado Sean, al parecer tenía buen ojo en elegirla porque me iba perfectamente.
Al salir del baño me adentré en la habitación. Comprobé si la puerta de la habitación estaba cerrada y como era de esperar lo estaba. Los ventanales no se abría a no ser que los rompieses y como he dicho antes uno de los puntos del plan es no llamar la atención, tampoco había ningún balcón por lo que estaba encerrada en esa habitación hasta que alguien se dignara a abrirme. No me gustaban los sitios cerrados, es más los odiaba, me hacían entrar en un estado de ansiedad desde que era pequeña pero con el tiempo los he podido mantener bajo control, además por suerte la habitación no era tan pequeña por lo que era fácil de manejar la ansiedad. Recorrí la habitación para distraerme e inspeccionar si había algún tipo de cámara escondida o micrófono, al final llegué a la conclusión que no había nada. Al pasar por el centro de la pequeña sala oí crujir la madera que había debajo de la alfombra de terciopelo negro. Aquella habitación era deprimente solo había blanco, negro y si tenías suerte algún que otro color que saliera de la perfecta armonía monocromática. Retiré una de las butacas y la mesita de té, aparté la alfombra y empecé a recorrer la zona aplicando una leve presión con las manos, buscando el origen de aquel ruido, hasta que dí con él. Era una madera que estaba suelta y salía con facilidad. Al retirar la madera encontré un libro escondido en el espacio que había en suelo. Presté atención por si alguien hacía ruido al acercarse por lo que recibí una respuesta negativa. Abrí el libro que por lo visto era un diario y por la forma melosa al hablar juraría que era de una chica.

>>Hoy Aaron y Sean han vuelto a discutir, no entiendo por qué no pueden llevarse mejor, desde que eligieron la categoría que ejercerían se han distanciado. Eso me produce un dolor en el pecho ya que los quiero a los dos por igual y me duele mucho que en su intento para herirse el uno al otro me usen a mi. Según Aria se les pasará que solo son los nervios para superar el examen de graduación y con él las expectativas de padre...<<
Un segundo...¿Padre?...Los gemelos tienen una hermana..No, tenían, esta era su habitación. Corrí las páginas del libro hasta la primera, en la que encontré una nota escrita.

>>Si habéis encontrado este diario uno de los dos, espero que lo compartáis el uno con el otro. No pretendo haceros sufrir con esto, solo espero que abráis los ojos como yo lo hice en su momento, la verdad la descubrí gradualmente por lo que espero que al leer mis palabras lo entendáis. Siempre con amor,

Ailee.<<


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