Una
vez pude caminar por mi misma sin dar tumbos con cada paso los
gemelos me acompañaron a la que sería mi habitación de iniciada,
pero como aun no confiaban del todo en mi me vendaron los ojos así
que caminé a oscuras, cogiendo un brazo de cada uno para que me
guiaran. En mitad del camino Aaron se despidió excusándose con que
tenía que resolver otros asuntos, por lo que Sean y yo nos quedamos
a solas y en silencio, caminando por direcciones desconocidas para
mi. Finalmente nos paramos y Sean me quitó la venda de los ojos. En
frente había una enorme puerta de madera, al entrar vi que había
una enorme cama a la derecha con dosel y a la izquierda un pequeño
salón con dos butacas, una mesita de té y una pequeña estantería
llena de libros. También había tres grandes ventanales con las
cortinas abiertas, al mirar afuera descubrí que estaba amaneciendo,
filtrándose unos pequeños rayos de luz por el horizonte. Sean
estaba rebuscando por el armario que estaba en una esquina en el lado
derecho de la cama, del armario sacó unas toallas y ropas negras.
-Más
vale que te limpies y te mires los cortes de los brazos -caminó con
todo lo que había cogido hacia la puerta que había en el lado
izquierdo de la cama por lo que lo seguía hasta lo que parecía en
baño. Como todo el resto de la habitación era de paredes blancas y
estériles, pulcramente ordenado. Dejó las prendas encima del
inodoro y se dirigió a un pequeño armario empotrado en la pared y
suspendido a un metro y medio del suelo, por lo que tuvo que
agacharse para buscar lo que quería.
-Déjame
ver la herida.
Me
quedé quita en el umbral de la puerta del baño sin entender muy
bien su demanda. Mi reacción lo exasperó por lo que dejó los botes
y vendas que estaba buscando encima del lava manos, me cogió el
brazo con fuerza y me arrastró hasta el borde de la bañera donde
hizo que me sentara. Se acercó una silla que había en una esquina.
Cuando se sentó en frente mía y me cogió la mano izquierda para
deshacer el vendaje, me encontraba totalmente desconcertada, no
entendía su amabilidad repentina, su gentileza al retirar con cada
vuelta el vendaje por lo que lo detuve poniendo una mano encima de la
suya y lo miré a los ojos, diciendo lo único que podía preguntar.
-¿Por
qué?
Suspiró
y se zafó de mi mano que lo había interrumpido.
-No
creas que hago esto con gusto, pero Aaron pensó que era lo mínimo
que podíamos hacer por lo que te hemos hecho en estas últimas 24
horas.
-Mientes.
-No
me creas sino quieres, ese no es mi problema.
Cuando
retiró el vendaje completamente dejó al descubierto unas vivas
rojas marcas donde aun brotaban algunos hilos de sangres. Si era tan
malo como me parecía a mi a simple vista muy posiblemente me
quedaría sin brazos.
-Desnúdate.
-¿Perdón?
-Ya
me has oído -se levantó de la silla apartándola un poco y encendió
el agua, llenando la bañera.- No te preocupes no eres la primera
mujer que he visto desnuda así que no te las des de importante.
-Ni
tú el primero hombre que me ha visto desnuda así que no te pongas
prepotente- empecé a quitarme los zapatos, los ceñidos pantalones,
la camiseta fina sin mangas, dejando toda la ropa de tonos oscuros en
un rincón del baño, junto con la ropa interior. Una vez desnuda me
deshice de la trenza, dejando libre mi media melena sucia. Al verme
en el espejo de la pared de en frente me percaté de dos cosas, una
que era que estaba más escuálida de lo que recordaba, hacía tiempo
que no me paraba en frente de un espejo a mirarme, y la otra era que
tenía el pelo tan sucio que no se podía apreciar mi castaño
rojizo. Al pasar la mano por la piel del cuello noté en una parte de
este como una imperfección, un pequeño bulto que al rascarlo con la
uña arrastró consigo una pequeña costra, esa debía de ser la
marca que me debieron dejar al inyectarme el suero aquel que decía
Marshall, la verdad no era relevante, lo que importaba era seguir
viva hasta el final. Abrazándome me acerqué a la bañera y me
introduje en ella sin preguntar, la bañera estaba casi llena y tenía
una maravillosa temperatura hasta que introducí los brazos dentro.
Esbocé una mueca de dolor y algo parecido a un gruñido salió por
lo bajo.
-Vas
a tener que sumerge las bazos para limpiar la sangre seca y así
poder ver mejor los cortes.
-No
quiero.
-No
se trata de lo que quieres, princesa.
Un
escalofrío me recorrió el cuerpo, bajé los brazos sumergiéndolos
completamente, entre recuerdos dolorosos que formaban parte de una
pesadilla que siempre me acompañaría y me atormentaría.
-No
vuelvas a llamarme así, nunca, sino me encargaré de que no vuelvas
a pronunciar ni una sola palabra -le escupí cada palabra mordazmente
junto con una siniestra mirada, quizá no tendría que haberlo hecho
pero era demasiado impulsiva y una muy mal actriz.
-De
acuerdo -me cogió un brazo con cautela y empezó a frotar con
suavidad una toalla húmeda para retirar la sangre seca que se
hubiera pegado a la piel, poniendo una cara impasible ante mis
palabras que podrían haber echado abajo perfectamente mi perfil y
hacer que me volvieran a torturar, pero simplemente no hizo nada.
Estuvimos
en silencio bastante de rato, mientras él me limpiaba la sangre de
los brazos y yo inmóvil como una muñeca. Podría parecer una
situación incómoda pero tenía una extraña sensación de
tranquilidad y comodidad, por lo que me quedé todo ese rato
mirándolo sin apartar la mirada cuando verificaba si seguía
mirándolo.
-Ya
está, los cortes por lo que puedo ver no se han infectado y se están
curando como deben, solo necesitas curarlos cada día y vendarlos si
los cortes no paran de sangrar.
-Gracias.
-¿Crees
que te las puedas arreglar ahora tu sola?
-Me
las he arreglado sola durante dieciocho años, no te preocupes por
mi.
-Entonces
me iré, por hoy no hace falta que hagas nada, pero mañana te quiero
lista a primera hora.
-Bien.
-¿Sabes
qué categoría cogerás?
-Dices
entre las únicas tres a las que no me he preparado con los
conocimientos básicos, supongo que sí.
-Entonces..
-He
elegido ser una iniciada para ser guardián.
-Sabes
que puedes morir, ¿verdad?
-Pero
es donde tengo más posibilidades, no tengo la inteligencia necesaria
para entrar en política y ciencias, y sino me gradúo estoy muerta
de todas formas.
-Como
quieras, te pasaré a buscar mañana a primera hora, más te vale
estar lista o te sacaré arrastras como vayas en ese momento.
-¿Algo
más?
Sean
se giró y se marchó del baño y de la habitación.
Me
quedé completamente sola en silencio junto con mis pensamientos. No
sabía cuanto tiempo tardaría en encontrar lo que necesitábamos
pero tenía un tiempo máximo de seis meses por lo que me tendría
que dar tanta prisa como fuera posible, el problema eran los gemelos,
algo no iba bien con ellos lo sabía, mi instinto me indicaba la gran
señal roja de peligro que les rodeaba por lo que tendría que
mantener las distancias de ellos si quería durar esos seis meses.
Entonces el plan a seguir será:
1.
Mantener la más mínima relación con los gemelos.
2.
No llamar la atención.
3.
Buscar una manera de hablar otra vez con Marshall.
4.
Localizar el PHOENIX, sea lo que sea eso.
5.
Mantenerme viva hasta el día de la graduación.
Me
sumergí completamente en la bañera mojándome el pelo para lavarlo
a fondo. Una vez que consideré que estaba decentemente aseada salí
de la bañera mientras esta se vaciaba lentamente. Cogí la toalla
que Sean me había dejado en el inodoro y me envolví en esta. Busqué
el bote de desinfectante y las vendas para curarme la herida. Al
echar el desinfectante me escoció algo la herida pero nada del otro
mundo, lo que me extrañó era que después de haber limpiado la
sangre los cortes parecieran menos profundos. Era extraño, estaba
segura que los cortes que me hizo Marshall eran bastante profundos,
tanto que podría haber jurado que pretendía matarme, pero ahora
eran unos cortes menos mortales, cortes superficiales hechos con algo
de fuerza, tan solo eso. Pasé los dedos por los cortes hasta que me
percaté que en el brazo derecho tenía un pequeño punto rojizo,
como el que te deja una aguja. Fue cuando até cabos, alguien me
había inyectado algo, seguramente la persona que me vendó, pero lo
que más me enfurecía de todo eso era que no sabía quién había
sido ni con qué intenciones, tendría que preguntarle a Marshall
sobre este gran enigma por si había sido él sintiéndose culpable.
Finalmente desistí de seguir cavilando en algo que no tenía salida.
Acabé por vendar los cortes por precaución y seguido me dirigí en
frente del espejo disponiéndome a cepillarme el pelo que
posiblemente tuviera bastante enredado. Media hora después consideré
que no tenía ningún nudo más en el cabello. Me vestí con la ropa
de color negro que me había preparado Sean, al parecer tenía buen
ojo en elegirla porque me iba perfectamente.
Al
salir del baño me adentré en la habitación. Comprobé si la puerta
de la habitación estaba cerrada y como era de esperar lo estaba. Los
ventanales no se abría a no ser que los rompieses y como he dicho
antes uno de los puntos del plan es no llamar la atención, tampoco
había ningún balcón por lo que estaba encerrada en esa habitación
hasta que alguien se dignara a abrirme. No me gustaban los sitios
cerrados, es más los odiaba, me hacían entrar en un estado de
ansiedad desde que era pequeña pero con el tiempo los he podido
mantener bajo control, además por suerte la habitación no era tan
pequeña por lo que era fácil de manejar la ansiedad. Recorrí la
habitación para distraerme e inspeccionar si había algún tipo de
cámara escondida o micrófono, al final llegué a la conclusión que
no había nada. Al pasar por el centro de la pequeña sala oí crujir
la madera que había debajo de la alfombra de terciopelo negro.
Aquella habitación era deprimente solo había blanco, negro y si
tenías suerte algún que otro color que saliera de la perfecta
armonía monocromática. Retiré una de las butacas y la mesita de
té, aparté la alfombra y empecé a recorrer la zona aplicando una
leve presión con las manos, buscando el origen de aquel ruido, hasta
que dí con él. Era una madera que estaba suelta y salía con
facilidad. Al retirar la madera encontré un libro escondido en el
espacio que había en suelo. Presté atención por si alguien hacía
ruido al acercarse por lo que recibí una respuesta negativa. Abrí
el libro que por lo visto era un diario y por la forma melosa al
hablar juraría que era de una chica.
>>Hoy
Aaron y Sean han vuelto a discutir, no entiendo por qué no pueden
llevarse mejor, desde que eligieron la categoría que ejercerían se
han distanciado. Eso me produce un dolor en el pecho ya que los
quiero a los dos por igual y me duele mucho que en su intento para
herirse el uno al otro me usen a mi. Según Aria se les pasará que
solo son los nervios para superar el examen de graduación y con él
las expectativas de padre...<<
Un
segundo...¿Padre?...Los gemelos tienen una hermana..No, tenían,
esta era su habitación. Corrí las páginas del libro hasta la
primera, en la que encontré una nota escrita.
>>Si
habéis encontrado este diario uno de los dos, espero que lo
compartáis el uno con el otro. No pretendo haceros sufrir con esto,
solo espero que abráis los ojos como yo lo hice en su momento, la
verdad la descubrí gradualmente por lo que espero que al leer mis
palabras lo entendáis. Siempre con amor,
Ailee.<<
No hay comentarios:
Publicar un comentario