La
verdad no recuerdo si lo pronuncié o no, solo sé que me desmayé a
causa del charco de sangre a mis pies que había formado por los
profundos cortes que tenía en los antebrazos. Sumergida en la
inconsciencia tuve un extraño sueño. Estaba en un verde prado
recostada, oliendo la hierba y la tierra recién mojada. Ese olor me
transmitía paz y serenidad, algo que hasta se me olvidó como se
sentía. Solo quería estar allí por siempre. Era tan reconfortante
ese aura solo se podía describir en una palabra, calidez.
Una
fría sensación impactó contra mi piel, eso hizo que abriera los
ojos violentamente, abriendo mi boca para poder llenar mis pulmones
de aire. Aun estaba algo mareada y todo a mi alrededor daba vueltas y
lo veía difuso. Cuando pude enfocar mejor mi visión, había un
chico sentado enfrente mía. Vestido con un traje gris claro y una
corbata celeste. La cara era medianamente alargada y algo ancha,
junto con una nariz perfilada y unos labios finos y carnosos. Me
miraba detenidamente con esos intensos ojos grises. Fue él quien
rompió el pesado silencio.
-Bienvenida,
querida. Lamento mucho lo de tus brazos, pero peor hubiera sido en
esa preciosa carita tuya, ¿no? - me dedicó una frívola sonrisa,
haciendo que un desagradable escalofrío me recorriera la columna.
De
repente un ruidoso estruendo interrumpió mi ingeniosa respuesta, el
chico de hielo en cambio se frotó los ojos con los dedos pulgar e
índice, exhalando a su vez un profundo suspiro.
-No
puede ser que haya venido al final...-susurró mientras le dedicaba
una dura mirada a la puerta.
Escuché
como se abría y se cerraba fuertemente, aunque no pude escuchar a
nadie caminar hacia nosotros, eso me extrañó.
Cuando tuve al intruso
delante de mi le dediqué una fría sonrisa.
-Veo
que como antes no bastó uno, me mandan a dos esta vez.
Quizás
no tendría que haberlo dicho, pero no pude evitarlo como no podía
evitar mi cara de satisfacción del momento.
-Que
mocosa más insolente...
El
intruso vestido completamente de negro se acercó y me propició una
fuerte bofetada en mi mejilla izquierda. Ese golpe hizo que la girara
hacia un lado. Fue en ese momento que me di cuenta que mis brazos
estaban perfectamente vendados, cosa que me hizo fruncir el ceño,
era extraño que se hubieran tomado esas molestias. Exhalando un
sonoro suspiro volví la mirada al frente, por suerte tenía recogido
el pelo en una trenza por lo que solo unos pocos mechones me
molestaban en la cara. Me pasé la lengua por el labio donde se
deslizaban pequeñas gotas de sangre. La sala estaba en silencio, el
chico de traje lo único que hacía era mirar con desaprobación a
quien me había propiciado el golpe, y este se limitaba a mirarme con
un semblante serio, incluso parecía algo arrepentido. Pese a que era
yo la que estaba atada alcé la cabeza y les dediqué una mirada
condescendiente junto con una sonrisa torcida.
-¿Eso
es todo? Me esperaba algo más de la segunda ronda -al pronunciar
estas palabras el chico de negro se acercó preparado para
propiciarme otro golpe y mi reacción fue alzar aun más la cabeza
mientras le miraba directamente a los ojos, desafiándolo.
-Sean,
detente -el chico de traje evitó que Sean me golpeara otra vez,
cogiéndolo por el brazo y mirándole seriamente mientras negaba con
la cabeza.- Déjamela a mi, tu no deberías de estar aquí y lo
sabes.
Al
estar los dos juntos me percaté que eran exactamente iguales lo
único que cambiaba era sus atuendos, pero había otra deferencia
Sean tenía los ojos grises azulados. La verdad me molestó que
estuvieran mirándose el uno al otro en silencio sin prestarme
atención, como si tuvieran una conversación privada entre ellos dos
y me excluyeran totalmente, por lo que rompí el silencio y hablé.
-Perdonad
por interrumpir vuestro momento de fraternidad, pero me gustaría
saber qué van a hacer conmigo, bueno más bien dicho por qué estoy
aquí.
Los
dos por fin me prestaron atención cosa que unos segundos más tarde
no me pareció tan bueno ya que tenía dos pares de ojos posados en
mi que me miraban con un semblante serio y algo oscuro.
-No
sabemos exactamente qué hacer contigo ya que no nos sirves de nada
-fue el chico de traje quien se acercó a hablar esta vez, su voz era
más tranquila que la de Sean eso me hizo preguntarme por qué Sean
me habló con aquella voz nerviosa camuflada en enojo.- Pero siempre
podemos llegar a un acuerdo.
-¿Qué
tipo de acuerdo? Yo solo quiero volver a casa, no sé por qué me
habéis estado torturando pero juro que nunca diré nada de lo que ha
pasado aquí si me dejáis ir, por favor -esta vez me costó creces
interpretar a la niña asustada, sobretodo porque tenía que tragarme
mi orgullo y parecer débil delante de Sean quien me pagaría aquella
bofetada.
-¿Sabes
dónde estabas cuando te recogimos?
¿Recoger?
No he oído tal eufemismo en años, más bien me habían dado caza,
como a un animal.
Negué
con la cabeza con un semblante inseguro.
-Era
la ciudad de Drapressus, ¿te suena?
Pues
claro que me suena, era mi hogar antes de que lo destruyerais.
Volví
a negar.
-Esa
ciudad es un sitio peligroso y poca gente sabe de él, es más ahí
vivía gente peligrosa que debe ser encontrada porque pueden llegar a
causar mucho daño a los demás, ¿me entiendes?
¿Qué
clase de mentiras les cuentan? ¿Cómo pueden creerse esas
estupideces? Normal que me hubiera sido tan sencillo adentrarme aquí,
son todos una panda de cabezas huecas que solo obedecen ordenes.
Tragándome mi indignación y reproches asentí.
-Bien,
entonces vamos al punto importante de esta conversación, Nina,
¿puedo llamarte así, no?
Por
lo visto J tenía razón al introducir aquella historia falsa en su
archivo de datos de los ciudadanos, es más qué ciudad tiene una
base con todos los datos posibles sobre sus ciudadanos. Era
desquiciante que en verdad usaran eso y que J tuviera el suficiente
conocimiento para saberlo. Esa base de datos era AKIRA o eso me
explicó J, me hizo memorizar la historia. Era huérfana desde que
mis padres se suicidaron por no poder hacerse cargo de mi, por haber
tenido la desafortunada suerte de quedarse los dos inválidos en una
de las expediciones al bosque del este, desde entonces he estado
rondando por la ciudad pidiendo caridad y cobijo de una noche. No
había mucho más, no tenía hermanos ni familiares cercanos ni
lejanos, estaba completamente sola. Cosa que no era del todo mentira.
También debería haber una foto reciente de mi que J también pensó
en insertar en mi ficha. El resto de la historia quedaba en mis
manos, bueno más bien en mi imaginación que a mi pesar era
ciertamente escasa.
-Por
supuesto y cómo...-dejé la pregunta al aire esperando a que supiera
cual era mi pregunta no formulada, la verdad, no esperaba que
entendiera a qué me refería pero lo hizo.
-Aaron
-fue cuando me dedicó una sonrisa, una verdadera, no sabía como
tomármela pero antes que me diera cuenta se la estaba devolviendo.
-Nina
como sé que no tienes a dónde ir y nos gustaría tenerte unos días
con nosotros hasta que solucionemos algunos cabos sueltos respecto a
ti, puedes quedarte en la academia y tener la oportunidad de
graduarte como los demás de tu edad.
En
verdad lo que querían era vigilarme, aun sospechaban de mi y querían
estar ahí para cuando diera un paso en falso, pero también era algo
que sabía que pasaría, era eso o estar muerta y la verdad morirme
ahora no entraba en mis planes de futuro, estos eran más
interesantes y en esa ecuación tenía que estar viva.
-¿En
serio? Me dejaran graduarme -pronuncié cada palabra con el todo más
alegre que podía utilizar.
Para
Nina el graduarse significaban dos cosa, una dejar las calles y
vagabundear por estas, la segunda es que podría optar a una de las
tres grandes labores de esa ciudad ser un guardián, un ministro o un
científico. Si no conseguías graduarte a la primera en ninguna de
estas no eras nada para la ciudad y normalmente al día siguiente de
la graduación tu cuerpo aparecía muerto, según ellos por suicidio,
según yo por limpieza de los estorbos inútiles. Normalmente te
gradúas a los dieciocho años si pasas estos sin haberte graduado te
“suicidabas”. Eso sí solo entraban en la academia los hijos de
guardianes, ministros y científicos que contribuían trabajando para
la ciudad, los niños entraban a partir de los doce años, si eras
huérfano por lo contrario tenías una soga alrededor del cuello que
cada año se va apretando más y más. Para Nina era su billete de
seguir viva, de durar más que unos dieciocho escasos años. Era
asqueroso que los gobernantes se deshicieran de las personas que no
eran de utilidad, y más aún que condenaran a niños que no tenían
culpa de la suerte de sus padres.
-En
serio, pero solo tienes seis meses para graduarte con la promoción
que hay, según la información que tenemos de ti ya tienes los
dieciocho.
¿En
serio J? Me has puesto dos años de más. Bueno supongo que me
servirá ese tiempo para lo que tengo que hacer y poder salir de allí
con vida. Asentí con entusiasmo como una estúpida, para mi ego
esperaba que no hubiera ninguna cámara en la sala que pudiera
inmortalizar mi momento de mayor estupidez.
-Muchas
gracias, no sé cómo podré expresar mi agradecimiento como es
debido, esto es lo mejor que me ha podido pasar...
-Pero
antes de todo dime una cosa, ¿por qué estabas allí?
Por
lo visto no me había librado del todo de tener que usar mi
imaginación así que solté lo primero que me pasó por la cabeza.
-Me
perdí.
-¿Te
perdiste?
Mierda.
-Sí,
quería ir a la ciudad de Affremonis a buscar flores para la
tumba de mis padres.
-Comprendo,
¿entonces te encaminaste tú sola para ir a buscar flores?
-Sí.
-Creo
que la próxima vez tendrías que ir acompañada porque Drapressus
está más al norte que Affremonis.
-Lo
tendré presente.
No
sé si mi mentira convenció a Aaron pero de lo que estoy segura es
que a Sean no le convenció nada que de lo que ha estado saliendo de
mi boca desde que entró. Mientras Aaron se acercó para liberarme de
las cuerdas, Sean me observaba con una mirada penetrante como si
quisiera adentrarse en mis pensamientos y descubrir la gran mentira
que era Nina. La verdad por ahora no me iba a preocupar mucho por los
gemelos, lo importante era que había pasado viva y esperaba que
cuando me fuera no tuviera que soportar a J y su fastidiosa actitud
prepotente al acertar que entraría sin muchas complicaciones.
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