Capítulo 3

La verdad no recuerdo si lo pronuncié o no, solo sé que me desmayé a causa del charco de sangre a mis pies que había formado por los profundos cortes que tenía en los antebrazos. Sumergida en la inconsciencia tuve un extraño sueño. Estaba en un verde prado recostada, oliendo la hierba y la tierra recién mojada. Ese olor me transmitía paz y serenidad, algo que hasta se me olvidó como se sentía. Solo quería estar allí por siempre. Era tan reconfortante ese aura solo se podía describir en una palabra, calidez.

Una fría sensación impactó contra mi piel, eso hizo que abriera los ojos violentamente, abriendo mi boca para poder llenar mis pulmones de aire. Aun estaba algo mareada y todo a mi alrededor daba vueltas y lo veía difuso. Cuando pude enfocar mejor mi visión, había un chico sentado enfrente mía. Vestido con un traje gris claro y una corbata celeste. La cara era medianamente alargada y algo ancha, junto con una nariz perfilada y unos labios finos y carnosos. Me miraba detenidamente con esos intensos ojos grises. Fue él quien rompió el pesado silencio.
-Bienvenida, querida. Lamento mucho lo de tus brazos, pero peor hubiera sido en esa preciosa carita tuya, ¿no? - me dedicó una frívola sonrisa, haciendo que un desagradable escalofrío me recorriera la columna.
De repente un ruidoso estruendo interrumpió mi ingeniosa respuesta, el chico de hielo en cambio se frotó los ojos con los dedos pulgar e índice, exhalando a su vez un profundo suspiro.
-No puede ser que haya venido al final...-susurró mientras le dedicaba una dura mirada a la puerta.
Escuché como se abría y se cerraba fuertemente, aunque no pude escuchar a nadie caminar hacia nosotros, eso me extrañó.
Cuando tuve al intruso delante de mi le dediqué una fría sonrisa.
-Veo que como antes no bastó uno, me mandan a dos esta vez.
Quizás no tendría que haberlo dicho, pero no pude evitarlo como no podía evitar mi cara de satisfacción del momento.
-Que mocosa más insolente...
El intruso vestido completamente de negro se acercó y me propició una fuerte bofetada en mi mejilla izquierda. Ese golpe hizo que la girara hacia un lado. Fue en ese momento que me di cuenta que mis brazos estaban perfectamente vendados, cosa que me hizo fruncir el ceño, era extraño que se hubieran tomado esas molestias. Exhalando un sonoro suspiro volví la mirada al frente, por suerte tenía recogido el pelo en una trenza por lo que solo unos pocos mechones me molestaban en la cara. Me pasé la lengua por el labio donde se deslizaban pequeñas gotas de sangre. La sala estaba en silencio, el chico de traje lo único que hacía era mirar con desaprobación a quien me había propiciado el golpe, y este se limitaba a mirarme con un semblante serio, incluso parecía algo arrepentido. Pese a que era yo la que estaba atada alcé la cabeza y les dediqué una mirada condescendiente junto con una sonrisa torcida.
-¿Eso es todo? Me esperaba algo más de la segunda ronda -al pronunciar estas palabras el chico de negro se acercó preparado para propiciarme otro golpe y mi reacción fue alzar aun más la cabeza mientras le miraba directamente a los ojos, desafiándolo.
-Sean, detente -el chico de traje evitó que Sean me golpeara otra vez, cogiéndolo por el brazo y mirándole seriamente mientras negaba con la cabeza.- Déjamela a mi, tu no deberías de estar aquí y lo sabes.
Al estar los dos juntos me percaté que eran exactamente iguales lo único que cambiaba era sus atuendos, pero había otra deferencia Sean tenía los ojos grises azulados. La verdad me molestó que estuvieran mirándose el uno al otro en silencio sin prestarme atención, como si tuvieran una conversación privada entre ellos dos y me excluyeran totalmente, por lo que rompí el silencio y hablé.
-Perdonad por interrumpir vuestro momento de fraternidad, pero me gustaría saber qué van a hacer conmigo, bueno más bien dicho por qué estoy aquí.
Los dos por fin me prestaron atención cosa que unos segundos más tarde no me pareció tan bueno ya que tenía dos pares de ojos posados en mi que me miraban con un semblante serio y algo oscuro.
-No sabemos exactamente qué hacer contigo ya que no nos sirves de nada -fue el chico de traje quien se acercó a hablar esta vez, su voz era más tranquila que la de Sean eso me hizo preguntarme por qué Sean me habló con aquella voz nerviosa camuflada en enojo.- Pero siempre podemos llegar a un acuerdo.
-¿Qué tipo de acuerdo? Yo solo quiero volver a casa, no sé por qué me habéis estado torturando pero juro que nunca diré nada de lo que ha pasado aquí si me dejáis ir, por favor -esta vez me costó creces interpretar a la niña asustada, sobretodo porque tenía que tragarme mi orgullo y parecer débil delante de Sean quien me pagaría aquella bofetada.
-¿Sabes dónde estabas cuando te recogimos?
¿Recoger? No he oído tal eufemismo en años, más bien me habían dado caza, como a un animal.
Negué con la cabeza con un semblante inseguro.
-Era la ciudad de Drapressus, ¿te suena?
Pues claro que me suena, era mi hogar antes de que lo destruyerais.
Volví a negar.
-Esa ciudad es un sitio peligroso y poca gente sabe de él, es más ahí vivía gente peligrosa que debe ser encontrada porque pueden llegar a causar mucho daño a los demás, ¿me entiendes?
¿Qué clase de mentiras les cuentan? ¿Cómo pueden creerse esas estupideces? Normal que me hubiera sido tan sencillo adentrarme aquí, son todos una panda de cabezas huecas que solo obedecen ordenes. Tragándome mi indignación y reproches asentí.
-Bien, entonces vamos al punto importante de esta conversación, Nina, ¿puedo llamarte así, no?
Por lo visto J tenía razón al introducir aquella historia falsa en su archivo de datos de los ciudadanos, es más qué ciudad tiene una base con todos los datos posibles sobre sus ciudadanos. Era desquiciante que en verdad usaran eso y que J tuviera el suficiente conocimiento para saberlo. Esa base de datos era AKIRA o eso me explicó J, me hizo memorizar la historia. Era huérfana desde que mis padres se suicidaron por no poder hacerse cargo de mi, por haber tenido la desafortunada suerte de quedarse los dos inválidos en una de las expediciones al bosque del este, desde entonces he estado rondando por la ciudad pidiendo caridad y cobijo de una noche. No había mucho más, no tenía hermanos ni familiares cercanos ni lejanos, estaba completamente sola. Cosa que no era del todo mentira. También debería haber una foto reciente de mi que J también pensó en insertar en mi ficha. El resto de la historia quedaba en mis manos, bueno más bien en mi imaginación que a mi pesar era ciertamente escasa.
-Por supuesto y cómo...-dejé la pregunta al aire esperando a que supiera cual era mi pregunta no formulada, la verdad, no esperaba que entendiera a qué me refería pero lo hizo.
-Aaron -fue cuando me dedicó una sonrisa, una verdadera, no sabía como tomármela pero antes que me diera cuenta se la estaba devolviendo.
-Nina como sé que no tienes a dónde ir y nos gustaría tenerte unos días con nosotros hasta que solucionemos algunos cabos sueltos respecto a ti, puedes quedarte en la academia y tener la oportunidad de graduarte como los demás de tu edad.
En verdad lo que querían era vigilarme, aun sospechaban de mi y querían estar ahí para cuando diera un paso en falso, pero también era algo que sabía que pasaría, era eso o estar muerta y la verdad morirme ahora no entraba en mis planes de futuro, estos eran más interesantes y en esa ecuación tenía que estar viva.
-¿En serio? Me dejaran graduarme -pronuncié cada palabra con el todo más alegre que podía utilizar.
Para Nina el graduarse significaban dos cosa, una dejar las calles y vagabundear por estas, la segunda es que podría optar a una de las tres grandes labores de esa ciudad ser un guardián, un ministro o un científico. Si no conseguías graduarte a la primera en ninguna de estas no eras nada para la ciudad y normalmente al día siguiente de la graduación tu cuerpo aparecía muerto, según ellos por suicidio, según yo por limpieza de los estorbos inútiles. Normalmente te gradúas a los dieciocho años si pasas estos sin haberte graduado te “suicidabas”. Eso sí solo entraban en la academia los hijos de guardianes, ministros y científicos que contribuían trabajando para la ciudad, los niños entraban a partir de los doce años, si eras huérfano por lo contrario tenías una soga alrededor del cuello que cada año se va apretando más y más. Para Nina era su billete de seguir viva, de durar más que unos dieciocho escasos años. Era asqueroso que los gobernantes se deshicieran de las personas que no eran de utilidad, y más aún que condenaran a niños que no tenían culpa de la suerte de sus padres.
-En serio, pero solo tienes seis meses para graduarte con la promoción que hay, según la información que tenemos de ti ya tienes los dieciocho.
¿En serio J? Me has puesto dos años de más. Bueno supongo que me servirá ese tiempo para lo que tengo que hacer y poder salir de allí con vida. Asentí con entusiasmo como una estúpida, para mi ego esperaba que no hubiera ninguna cámara en la sala que pudiera inmortalizar mi momento de mayor estupidez.
-Muchas gracias, no sé cómo podré expresar mi agradecimiento como es debido, esto es lo mejor que me ha podido pasar...
-Pero antes de todo dime una cosa, ¿por qué estabas allí?
Por lo visto no me había librado del todo de tener que usar mi imaginación así que solté lo primero que me pasó por la cabeza.
-Me perdí.
-¿Te perdiste?
Mierda.
-Sí, quería ir a la ciudad de Affremonis a buscar flores para la tumba de mis padres.
-Comprendo, ¿entonces te encaminaste tú sola para ir a buscar flores?
-Sí.
-Creo que la próxima vez tendrías que ir acompañada porque Drapressus está más al norte que Affremonis.
-Lo tendré presente.

No sé si mi mentira convenció a Aaron pero de lo que estoy segura es que a Sean no le convenció nada que de lo que ha estado saliendo de mi boca desde que entró. Mientras Aaron se acercó para liberarme de las cuerdas, Sean me observaba con una mirada penetrante como si quisiera adentrarse en mis pensamientos y descubrir la gran mentira que era Nina. La verdad por ahora no me iba a preocupar mucho por los gemelos, lo importante era que había pasado viva y esperaba que cuando me fuera no tuviera que soportar a J y su fastidiosa actitud prepotente al acertar que entraría sin muchas complicaciones.

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