No
sé exactamente cuanto tiempo me estuvieron metiendo la cabeza en un
barril lleno de agua. Esperando a que confesara los motivos de mi
entrada en la ciudad de Drapressus. Todo
este énfasis que ponían ellos en descubrirlo era porque esa ciudad
en sí ya no existía para nadie, había muerto. Muy poca gente sabía
como llegar allí, a no ser que fueras de allí. Si ese era el caso,
entonces eras un bien preciado para descubrir a los demás
supervivientes y exterminarlos a todos, de una vez por todas.
Lentamente mis pensamientos se iban difundiendo haciendo que en un
momento dado ya no diferenciaba cuando respiraba agua o tragaba aire,
fue cuando caí inconsciente una vez más.
Noté
un escalofrío que recorrió mi columna vertebral e hizo ponerme la
piel de gallina. Tosiendo algunos restos de agua que quedaba en mis
pulmones, vi como mis muñecas y tobillos estaban atados a una silla
de metal con una áspera cuerda, que ya me había dejado marcas rojas
en la piel. Intenté moverme sin ningún resultado positivo, habían
apretado a conciencia esas cuerdas. Entonces me empecé a fijar dónde
estaba exactamente, había un gran ventanal a mi derecha donde pude
apreciar el frío brillo de la luna en una noche despejada. A parte
del ventanal no había nada más, solo una silla enfrente de la mía
y una puerta tras de mi ,supongo , ya que únicamente veía una
impecable y lisa pared desde mi posición. El silencio con el que
estuve por bastante tiempo se rompió por el ruido de unos pasos y
susurros. La puerta chirrió al abrirla, creando un escalofriante
sonido. Intenté aparentar serenidad, aunque por dentro me moría de
ganas de liberarme y coger lo que quería por la fuerza. Pero J
prefirió hacerlo de esta manera más “civilizada” como repitió
un millón de veces. Rompiendo el hilo de pensamientos que pasaban
por mi mente, visualicé un hombre de mediana edad en un traje gris
con su corbata y zapatos a conjunto, posarse delante de mi. Sin
poderlo evitar lo miré directamente a la cara. Tenía el pelo
peinado hacia atrás, corto pero no mucho. Facciones rudas y anchas,
junto con una barba para enmarcar estas. Pero al ver sus ojos color
chocolate tuve la sensación de saber de quién se trataba, me era
extrañamente familiar. Entonces lo recordé, del día en que mi
mundo no volvió a ser nunca más el mismo. Ese hombre era como yo,
era un superviviente. Lo extraño era que no me hubieran avisado
antes de su existencia, ¿o sí lo hicieron?
-Podéis
dejarnos a solas -dijo a la vez que asentía a alguien que estaba
cerrando la puerta.- Así que al final han iniciado el proyecto –
no entendí muy bien aquellas roncas y ásperas palabras que aquel
extraño acababa de pronunciar.
-¿Perdón?
-susurré con una voz que no parecía la mía. En ese mismo momento
debía tener una cara de estúpida, pero no podía evitarlo, aunque
quería mantener la boca callada. - ¿Cómo sabe sobre..? -dejé la
frase al aire al morderme con fuerza la lengua, degustando el sabor
de mi sangre supe que estaba bajo control por el momento. No debía
levantar sospechas y empezar a despotricar sobre el proyecto Alfa no
era precisamente la mejor opción.
-Conmigo
no hace falta que tomes precauciones niña, más bien tendrás que
tomarlas con los que vengan después de mi.
Se
giró hacia la silla, desabrochándose los botones de la chaqueta y
sentándose. Cuando me miró lo hizo de una manera desconcertante, no
me miraba como si quisiera saber, más bien me miraba como si supiera
más que yo. Tragué saliva lentamente junto con sangre. Sin tener
ganas de perder contra esa mirada, le respondí silenciosamente con
una indiferente mirada, junto con una sonrisa torcida. Entonces hizo
algo aun más desconcertante, se empezó a reír, aunque intentaba no
hacerlo ruidosamente, pero no lo conseguía.
-Tienes
agallas jovencita, creo que te eligieron bien para hacer esto -se
recompuso después de su ataque repentino de risa y puso un semblante
serio.- Ahora escuchame con atención, te han inyectado un prototipo
desarrollado en los laboratorios que te impide mentir o fingir. Por
ese motivo he pedido expresamente ser yo el primero en interrogarte,
comienza a hacer efecto entre los veinte y treinta minutos, durante
ese tiempo circula sin cesar por el sistema circulatorio hasta llegar
a tu cerebro. Donde provoca que cada cosa que pienses salga de
cualquier manera. Esta información no la sabe prácticamente nadie,
así que aprovecharemos la ventaja que tenemos y
evitaremos que ese suero te haga efecto
-se levantó elegantemente de la silla , acercándose más a mi.-
¿Estás dispuesta a hacer cualquier cosa para cumplir tu misión?
En
verdad no sabía si podía confiar en aquel hombre, pero algo me
decía que podía y por lo normal mi instinto no me fallaba.
Mostrando una descarada sonrisa en su dirección, y sin ninguna duda
reflejada en mis ojos le contesté exactamente lo que pensaba sin
tapujos.
-Por
supuesto.
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